No cabe duda: la Segunda Guerra Mundial sigue siendo la madre de todas las batallas, al menos hasta que llegue la Tercera (lagarto, lagarto). Y, después de una etapa en que los videojuegos levantaron el campamento y se atrincheraron en otras contiendas más recientes, parece que el gran clásico resucita con ímpetu renovado merced a títulos como, mira tú por dónde, «Sniper Elite V2». Y es que los aficionados a los shooter con un gatillo que sabe latín echábamos de menos la continuación de un videojuego que, allá por 2005, nos dejó un buen sabor de boca a pólvora nada mojada.
Como han ido cayendo los años, esta entrega tiene más alma de remake o actualización que de secuela, algo que sobre el papel no tiene por qué ser nada malo. Desarrollado, como el primero, por los todoterrenos británicos de Rebellion, el juego plantea una premisa excelente: en vez de la muchedumbre y el tumulto que ofrece la mayoría de competidores, aquí el protagonista será un lobo solitario, un personaje antiheroico casi de western que tendremos que manejar y comprender al dedillo para llevar a cabo con éxito las diez misiones a las que nos enfrentaremos (una de ellas, de propina descargable, y absurdamente polémica, consiste en liquidar al mismísimo Hitler), batidas después de unas brillantes escenas cinemáticas como preludio.
Igual que en los mejores filmes de Ford, la mecánica es sencilla y lacónica: llegar, apuntar, disparar y correr a la siguiente posta. Tendremos ases en la manga como mapas, pistas y refugios diversos, pero la esencia es esa, ni siquiera una miaja de sandbox para distraernos. Por tanto, la pose de alarma y en guardia será imprescindible, el sigilo con silenciador, la capacidad de hacernos invisibles y viajar entre las sombras… El mínimo fallo o asomo de flequillo se paga caro, el enemigo llega como un chaparrón y aquí no somos superhéroes para despacharlos en masa. Aparte de nuestro arsenal como francotirador, y del sistema de apuntado de gran calibre, tendremos a nuestra disposición la mejor arma posible: nuestra inteligencia y picardía a la hora de tender trampas, sembrar minas y lanzar granadas para bloquear una salida incómoda. Pero no todo va a ser sota, caballo y rey, ya que también tendremos elementos para romper la «monotonía» como el efecto de rayos X que, a modo de fatalities, pintarán las muertes de una lección de anatomía gore sumamente inquietante (ver a un soldado con la cabeza de calavera en mitad de un páramo es una visión que tarda tiempo en disiparse).
Buen apartado gráfico, pues, aunque mejor sonoro (con gran doblaje al castellano, además). Para redondear la cosa, tendremos una breve pero intensa rinconera multijugadora y algunos tesoros para encontrar en el modo campaña y hacer más entretenida la cosa. En definitiva, y a pesar de pequeños errores como el que algunos enemigos parecen no haber acabado la EGB (aunque suponemos que en la realidad histórica tampoco habría muchos con doctorado bajo el fusil), un título sobrio para jugones con nervios de acero y que no pierde el tiempo en florituras o pócimas de energía mágicas. Aquí vamos a lo que vamos, y quien quiera otra cosa que juegue a los marcianitos o al «Duke Nukem».
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