Nació como un garabato provisional y ya casi lleva 19 añazos zascandileando por las consolas de Nintendo. Hablamos de Kirby, ese orondo personajillo con pinta de chicle de frambuesa que ha protagonizado algunas de las aventuras más vistosas, imaginativas y hasta surrealista de ese universo paralelo que rodea el planeta Mario. Ahora, riza el rizo y no da puntadas sin hilo en su último título, «Kirby’s Epic Yarn», un juego que tira del ovillo clásico de nuestro héroe minimalista y lo planta en una alfombra roja, o rosa, con todas las de la ley. De hecho, se trata del primer plataformas protagonizado por Kirby desde los tiempos de la Nintendo 64, su primer juego para una consola doméstica desde 1993 y el primero creado exclusivamente para la Wii.
Para celebrar por todo lo alto tales highlights, podremos disfrutar de una delicatessen tejida con hilo dorado donde el malvado hechicero Zur-Zir manda a nuestro amigo a un mundo deshilachado llamado Textilia que tendremos que remendar como si fuera un jersey viejo localizando hebras mágicas y cosiendo con esmero. Aparte de una imaginería sencillamente adorable y exquisita, el juego nos propone una vuelta de tuerca plataformera gracias a acciones y habilidades tales como lanzar latigazos de lana, balancearnos por los botones, descorrer trozos de tela, fruncir tejidos o abriendo cremalleras para descubrir nuevas áreas secretas… Un universo totalmente cambiante e interactivo a nuestra disposición, vaya. Aparte, Kirby también podrá transformarse en delfín, OVNI, tren de vapor, robot gigante y muchas sorpresas más. Y, de postre, con los objetos recogidos podremos enhebrar un diseño de interiores de rechupete. Lo dicho, un gran juego (dentro de su público potencial, se entiende; aunque yo lo disfruté tanto como «Killzone 3») para este pequeño crack sonrosado.
PD. Por cierto, se me había pasado que el día 16 de febrero FINAL FATALITY cumplió 4 años de vida digital. Supongo que muchas cosas han cambiado desde aquel primer post, tanto en el sector del videojuego como en este blog (y su propietario, claro) y la empresa que mantiene a ambos. No me apetece hacer ejercicio de nostalgia ni recordar tiempos casi siempre mejores. Hoy es hoy y eso es lo que cuenta. Disfrutemos mientras podamos, que ya sabemos cómo están las cosas… De todas formas, igual me compro un donut de chocolate, le pongo cuatro velitas, las soplo y me lo zampo de dos bocados.