Así, como un Harold Lloyd otomano cualquiera pasaremos la mayor parte del tiempo en «Assassin’s Creed: Revelations», el último peldaño de una de las sagas más vistosas de los últimos años.Un título que arrancó hace unas temporadas con el halo embaucador de clásicos como «El Príncipe de Persia» pero que, a fuerza de escaladas de riesgo (y algún que otro tropezón y traspié) se ha encaramado a lo más alto de ese mix de acción, rol, plataformas y sigilo con ambientación exótica y poso cultural que cuenta con una legión de adeptos. Y en esta última entrega no defraudan a sus seguidores, al presentar a los tres personajes principales de la serie, Altaïr Ibn-La’Ahad, Ezio Auditore da Firenze y Desmond Miles, juntos pero no necesariamente revueltos en una aventura que nos llevará desde Constantinopla a Roma, en busca de tesoros perdidos, bibliotecas míticas y cajas de Pandora diversas. Un argumento que, un poco a la manera de «Uncharted 3», es también traspaso de poderes generacionales, sobre todo por parte del cincuentón Ezio, y que igualmente retoma su esencia batalladora y explosiva (habrá más de 300 tipos de bombas a nuestra disposición alquimista), con extras como un mejorado modo multijugador con mayor variedad de mapas, personajes y modos de juego y, cómo no, una edición especial a la altura de las circunstancias. Pero lo que de verdad asombra y pasma son los escenarios, con una antigua Estambul majestuosa dividida en sus cuatro distritos principales (Constantino, Beyazid, Imperial y Galata), más Capadocia de propina, y esas vistas desde las alturas de Santa Sofía gracias al «sentido de águila» y el ojo de lince. Todo un hervidero de bazares, santuarios, calles y colorido, incluyendo la luz peculiar, producto de los espejos del Bósforo, que baña la ciudad de una magia incomparable. Bello, muy bello. Y sangriento, muy sangriento.
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