Aquí andamos hoy, rumiando sobre cómo será la nueva Xbox 720 que, según parece, llegará a nuestros hogares en la Navidad de 2013, si los mayas no acaban teniendo razón (¿cómo era esa paparrucha, amigos trolls?). Lo mejor del tema es que el cacharro será no dos ni tres ni cuatro sino SEIS veces más potente que la Xbox 360. Seis, como los toros que se lidian en los mataderos con pestazo a puro barato, y seis como en los sets que estampa en los piños Nadal a sus contrincantes. Madre del amor hermoso, seis. Porque si la Xbox 360 normalita me parece que luce una musculatura similar a la de Cristiano Ronaldo en un ataque de ansia viva, ¿cómo será la nueva criatura? ¿Tendremos que hacernos un trasplante de córnea de halcón para poder captar toda la grandiosidad de sus gráficos? ¿Cambiarnos de empadronamiento para poder circular en los inmensos territorios de sus escenarios? ¿Y la versión Kinect? ¿Reconocerá el más leve parpadeo o movimiento facial, incluso cambiante si llevamos barba de dos días respecto de tres? ¿Tendremos que sacarnos el diploma olímpico para ser capaces de seguir las exigencias de los simuladores deportivos? Hombre, está claro que algún día, nosotros o nuestros hijos (o nietos) disfrutarán de una súperconsola que sextuplique los prodigios de «Gears of War 3», «Skyrim» o «GTA IV», pero… ¿ya mismito? ¿No se han pasado tres pueblos con el «caballo grande, ande o no ande»? Bueno, esperemos que ande, desde luego. Y mientras llega el nuevo titán, que deberíamos llamar Xbox 2160, en justicia numérica, confiemos en que no salte todo por los aires cual cuento de la lechera y nos tengamos que conformar con una versión algo más «modesta» y titiritera, como la que se sacaron de la manga hace unos días los cachondos de El Mundo Today:
