¿Para qué sirve una rubia?

La señorita que ejecuta una pose tan espontánea, orteguiana y casi post-krausista es Justine Ezarik. No tenía el placer de conocer su existencia hasta hace unos días, cuando descubrí en la cuenta de Twitter del blog (@frikipandi) una vecina (@ijustine) que nos guiñaba el ojo algo abusonamente desde sus más de 1.300.000 seguidores con un sencillo reclamo que empezaba «I play video games». Anda mira, como servidor.

Así, tirando del hilo y del anzuelo, descubrí que la tal Justine es toda una celebridad en Internet, sobre todo en YouTube, donde tiene un canal para ella sólita donde analiza, entre otros cacharros y quehaceres cotidianos, 1/2 Retrato robot,1 Asura’s Wrath, 1 Reckoning, 1 Metal Gear Solid HD Collection, 1/2 Catherine, 2 Resident Evil Revelations 3DS, 2 Uncharted, 1 SSX, 1 Virtua Tennis 4 videojuegos . Hombre, lo de analizar es un decir.

Más bien lanza gritos escaldados cuando la liquidan a las primeras de cambio en «Modern Warfare 3», se pasa las horas muertas eligiendo cada detalle del editor de personajes (femeninos, claro) de «Saints Row» o conduce una nave de «Lego Star Wars» con esa pericia característica que le concede su sexo y su tinte capilar (perdón, esta no la he podido evitar, son muchos años al volante). Mi preferido es el clip en el que empieza a jugar a «L.A. Noire» (ojo a su pronunciación, por cierto) y solo atina a fijarse en lo coquetas que son las casas y en que ella también tiene un vestido a flores igualito al del personaje de pobre desamparada en la cola de un teatro buscando una rebanada de sueño americano.

El espectáculo de la dicharachera Justine, aparte de dar un poco de alipori, refleja perfectamente el rol que este sector (como otros muchos) suele reservar a las mujeres, y que sería el del machismo más rancio y deplorable si no fuera porque, muchas veces, ellas mismas siguen el juego y se erigen en las más «machos alfa» de la manada. Ah, las rubias, o muy listas, o muy tontas (eso me han contado, al menos, yo prefiero las morenas).

Hablando de morenas, ¿cuántas entrevistas y publicidad gratuita consiguió Jade Raymond para promocionar su «Assassin’s Creed» basándose en el interés que despertaba su muy vistoso palmito? Este mundo es, por desgracia, una jungla, y hay que acentuar tus garras o tus plumas para no quedar como último mono (tal vez escribiendo sobre juegos en una esquinita). La tal iJustine las tiene, desde luego (aunque el maquillaje hace milagros, como ella misma reconoce tras imitar asombrosa y sencillamente la jeta de un cetáceo), y si hay que fortalecer el arquetipo oxigenado, pues qué vamos a hacer.

Pues eso, que le vaya bien a esta Cameron Díaz consolera y, por extensión, a todas las rubias de bote y de carné del mundo. En el fondo las necesitamos. En el buen y cariñoso sentido, claro.

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