¿Harto de que el crío del vecino se ponga a berrear con poder traspasa-paredes a las cuatro de la mañana? ¿Cansado de que el jefe le atice con el látigo con intención de metamorfosearle en gallina ponedora? ¿Espantado ante la capacidad intestinal modelo pterodáctilo de la última camada de palomas urbanas, además dotadas de una puntería endiablada que casi siempre hace diana masiva en el parabrisas de su coche? Pues no se preocupe, porque he aquí un juego con el que poder aliviar y sacudir toda la adrenalina y tensión acumuladas de la miseria cotidiana: «Ninja gaiden 3». Qué sinfonía de hemoglobina, qué katana capaz de cortar un coco como quien pela un kiwi… Sí amigos, Team Ninja vuelve a la carga en una nueva aventura pinchauvas de Ryu Hayabusa, con más poderes misteriosos que nunca y con una mala baba proverbial que le hace traspasar la línea entre el bien y el mal como si fuera una puerta giratoria. En la historia, tendremos que enfrentarnos a unos terroristas encabezados por un tal Regente de la Máscara que han secuestrado al Primer Ministro británico (pobrecito David, con la Thatcher no lo tendrían tan fácil) y ponen en jaque a la ciudad. Así que a afilar la katana se ha dicho contra todos los enemigos que se crucen en nuestro camino, de forma acrobática y coreográfica y con un despliegue de sangre y vísceras de lo más gore. De hecho, nuestra espada de la muerte será la protagonista principal del juego, gracias a las avanzadas y devastadoras técnicas de combate cuerpo a cuerpo, al efecto que provoca sobre los huesos de los enemigos y a las brutalidades finales dispuestas.
También el componente sigiloso y explorador sigue siendo esencial en nuestro catálogo, con la habilidad para deslizarnos en carrera y para llegar a cualquier rincón de la ciudad. Una buena nómina de personajes sugerentes como las ninjas Momiji y Ayane o la genetista Lovelace (con ese apellido, cualquiera), estupendos gráficos y unos fetenes modos online hasta para ocho jugadores redondean un juego con el rojo subido. Pero qué a gusto se queda uno después de unas cuantas escabechinas inofensivas…
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