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En estos tiempos que nos ha tocado vivir, más vale no perder el paso (aunque sea el de la oca) ni moverse a buen ritmo si no queremos trastabillar y torcernos un tobillo o algo peor. Por eso, juegos como «Beat the Beat: Rhythm Paradise» son casi obligatorios, sobre todo por su capacidad de enganchar, divertir y hacer chasquear los dedos tan ricamente. Su look inspirado en el sector discotequero de los títulos microjugones de Wario no es casual, ya que de lo que se trata precisamente es de ir superando un medio centenar largo de pruebas en las que nuestro sentido del ritmo y nuestra orientación musical se pondrán en tela de juicio. Pruebas que arrancan allegretto (grazioso, claro), con minijuegos como lanzar pelotazos de golf a una isla cercana o armar robots en una cadena de fábrica, pero pronto se vuelven vivaces, como patear balones surtidos (ojo a los melones de rubgy) para que no interrumpan la intimidad de dos simpáticos topillos.
Pero que nadie se alarme, porque ninguno llega al nivel de misión imposible, aunque el grado de pique está asegurado. Un control sencillísimo (con los botones A y B va que chuta), varios extras marca de la casa (gramola, vídeos, cafetería relax y microjuegos incluso más complicados que sus hermanos mayores, como ese de encajar un cochecito en su lugar exacto de la carretera) redondean un juego fresco, vistoso y con un ritmillo casi infernal. Un buen chapuzón para la Wii, vamos.
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