7 millones de jugones no pueden estar equivocados. Porque esa es la barbaridad que vendió la primera parte de «Guild Wars» en todo el mundo, creando una tupida red de entusiastas del rol online que esperaban como agua de mayo la continuación. Pues justamente ha llegado hoy con su secuela, «Guild Wars 2». Y su primer vistazo no puede ser más satisfactorio, la verdad. Toda la espectacularidad, la épica y el curioso sentido de la camadería que impregnaba su antecesor se ve aquí corregido y aumentado gracias a un mundo vasto y mágico al alcance de nuestra mano. Dos son los pilares sobre los que se asienta la bestia: su sistema de eventos dinámicos que logran una sensación no solo de vitalidad sino de vida a lo largo y ancho del entorno; y la forma en que nuestras decisiones afectan al desarrollo del juego, que consigue la quimera que persigue todo el género: otorgarnos el cetro divino de su universo virtual y dejar que nos sintamos los reyes del mando manejando a nuestro antojo.
Aparte, «Guild Wars 2» obtiene matrícula en lo que se le presupone: un diseño gráfico impresionante, unos combates llenos de combos explosivos, amplias posibilidades de personalización y elección de profesiones (hipnotizador, ingeniero, ladrón, guardián, nigromante, guardabosques, guerrero y elementalista), razas memorables (Asura, Sylvari, Norn y Charr, aparte de la humana), unas batallas jugador contra jugador que son toda una experiencia, mazmorras tenebrosas, bosques amenazadores, precipicios insondables… La repanocha, vaya. Casi, como para entrar a vivir y quedarse (un buen rato).