Ni la generación Chu-Lin (años 80) ni la generación Po (años 00, o como se diga) se esperarían algo como esto (aunque unos cuantos fans de «World of Warcraft» tampoco, la verdad). Ahí donde les veis, los adorables ositos panda, esos fatty arbuckles de la naturaleza, abandonan su letargo y se encaraman hasta la cima de la cuarta expansión de la todopoderosa «WoW».Aunque ya sabíamos de su existencia desde hace tiempo, es ahora cuando «Mists of Pandaria» les pone la alfombra roja para que sean las estrellas de un título que viene bien cargado: nuevo continente, nueva clase (la monje) y, por supuesto, la raza pandaren. La exploración ejemplar y el sentido de la vida y la lucha de la saga de Blizzard se estira una vez más hasta el nivel 90 (o más allá) con una nueva vuelta de tuerca a todo un modus vivendi para 12 millones de fans, y subiendo. Con el mismo armazón que le ha convertido en leyenda, «WoW» presenta en esta expansión un nuevo sistema de duelos de mascotas, modo reto, mayores desafíos y retos y, sobre todo, la posibilidad de adentrarse en insólito territorio oriental, lo cual añadirá nuevas sensaciones a los veteranos de la franquicia.
Y, cómo no, tenemos a nuestros belicosos protagonistas y sus movimientos y habilidades especiales (ojo a las volteretas), sin olvidar las de los monjes (ojo a sus poderes hipnóticos). En fin, un solomillo sorprendente pero que llenará de gozo a los seguidores de la saga que, evidentemente son legión. Por cierto, y hablando del tema, hay que destacar la fetén presentación del pasado lunes en Madrid del juego (ver alguna foto en nuestro rincón en Facebook), con simpáticas hordas de enamorados de la saga espectacularmente disfrazados (había un centauro-fauno de traca) y que caldearon respetuosa y festivamente el ambientazo hasta que llegó el plato fuerte. Con una afición así, da gusto.
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